Tim se sentía mugriento y sudoroso. Se encontraba de rodillas,
escarbando la tierra con sus manos y sintiendo cómo la misma se le colaba por debajo
de las uñas. Una vez que se sintió satisfecho con el pequeño pozo que había cavado,
se volvió en sí y recogió una de las bolsas que llevaba la carretilla de metal
que había dejado acomodada unos pasos más allá. Abrió la bolsa y volcó un par
de semillas en su palma para luego tirarlas dentro del pozo. Con dedicación,
volvió a cubrirlo con tierra utilizando sólo sus manos. Una gota de sudor
corrió por su frente.
Trabajar en la huerta
era uno de los placeres más nuevos que había descubierto. Había algo en el
entrar en contacto con la naturaleza que lo fascinaba. Después de pasar meses y
meses de gira, de estar más tiempo en el aire que en el suelo, volver a su casa
y encontrarse con que los vegetales que había plantado la temporada anterior habían
crecido le generaba una satisfacción incomparable. Era como si volviera el tiempo atrás, a cuando el
hombre no poseía ningún tipo de tecnología en su vida que lo alejara de la
naturaleza. Si no fuera por su extrema pasión por la música, hubiera asegurado
que había nacido para ser granjero. Simplemente, lo adoraba.
Apenas había despertado
esa mañana se había propuesto no entrar al estudio. Era un sacrificio bastante
grande para él, pero sentía que no tenía otra opción si quería mantener la paz
dentro de su hogar, especialmente con su esposa. Una vez levantado de la cama,
había bajado a la cocina para prepararse café, algunas tostadas y leer el
periódico. Cuando terminó su desayuno, y luego de poner orden en la cocina, subió
a ver si Lilac aún se encontraba durmiendo- efectivamente, lo estaba. Pasó al
cuarto contiguo y se encontró con su hija menor, que lo observaba despierta desde
la cuna. Sus ojos gigantes, de un color que aún no se decidía entre el azul
marino y el turquesa oscuro, hacían que Tim se sintiera fascinado cada vez que
la veía. La meció en sus brazos hasta que la niña cayó dormida de nuevo. Alrededor
de las 10 de la mañana se había despertado Jayne; Lilac lo había hecho unos
minutos después. Tim, en un intento de hacer notar su presencia, preparó el
desayuno para ambas y prendió la televisión. Pronto se dio cuenta de que ya no
sabía qué otra cosa hacer para pasar el tiempo alejado de su piano.
-Puedes ir a hacer las compras-, Le había sugerido su esposa, dándose cuenta
de lo inquieto que estaba su marido, quien caminaba de la cocina hacia el
living, sin saber en que ocupar su tiempo.
Le preguntó a Lilac si quería ir a hacer las compras con él, a lo cual
la niña accedió gustosa. Subieron a su Land Rover y manejaron hasta el pueblo
más cercano. Tim descubrió que hacer las compras con Lilac era algo muy
entretenido. La niña había ido tantas veces de compras con su madre que se
conocía de memoria dónde se encontraban todas las cosas que deberían comprar.
-Leche- Le había dicho Tim, leyendo la lista que le había entregado
Jayne.
-¡Por allí!-, Le había indicado Lilac con su pequeña manito, para luego
correr en dirección a la góndola correspondiente con Tim empujando el carrito
detrás de ella.
Cuando estaban haciendo la fila para pagar, Tim había visto unos sobres
de semillas y se había propuesto que esa tarde volvería a trabajar en su
huerta. Eso lo mantendría ocupado.
Una vez que terminó de
plantar todas las semillas, apoyó un pie en el suelo y se levantó, sintiéndose
totalmente extenuado. Había estado trabajando por 2 horas bajo el implacable sol
de verano, podía sentir cómo se le había
dorado la piel. Tenía todo el jean lleno de tierra y la sudadera pegada al
cuerpo por la transpiración. También le había empezado a doler la espalda. Todo
lo que quería hacer en ese momento era volver a la casa y darse una refrescante
y renovadora ducha.
Arrastró la carretilla
fuera del perímetro de la huerta y la volvió a colocar en su garaje. Cerró la
puertita del cerco que separaba la huerta del resto del jardín para evitar que
las gallinas entraran a comerse las semillas y, finalmente, arrastró sus pies
hasta estar dentro de la casa. Subió las escaleras hasta el baño y prendió la
ducha. Mientras se quitaba los
pantalones y la sudadera, escuchó que su celular sonaba en el cuarto. Se
envolvió en una toalla y salió del baño.
-¿Hola?-
-Tim, ¿Tienes tiempo?- Reconoció la voz de Tom del otro lado.
-Me estaba por bañar- Respondió, acomodándose la toalla alrededor de su
cintura.-Pero te escucho, ¿sucede algo?-
-Tim, no sé qué hacer de mi vida-
Tim revoleó los ojos y se sentó al borde de su cama. Había escuchado esa
misma frase antes.
-Creí que ya habías superado la crisis de los 30...-
-No, es en serio Tim, necesito verte.-
-¿De qué hablas?-
-Tengo demasiados
pensamientos en la cabeza.-
-Bueno, ¿sabes?, era hora. Significa que estás creciendo. No puedes tener el cerebro vacío toda tu vida.- Bromeó Tim, siguiéndole la corriente.
-Bueno, ¿sabes?, era hora. Significa que estás creciendo. No puedes tener el cerebro vacío toda tu vida.- Bromeó Tim, siguiéndole la corriente.
-Tim hablo en serio. No estoy bien.
-¿Es otra de tus bromas, Tom? Porque si lo es, no es gracioso.- El
semblante de Tim se tensó. Comenzaba a alarmarse.
-¿Puedo caer en tu casa en media hora?-
-Tom, ¿Qué…?-
-¿Puedo…?-
-De acuerdo. Pero dime qué demonios pasa.-
-Te contaré todo cuando llegue.- dijo Tom, y cortó la llamada.
Tim dio un suspiro. Volvió
al baño y se metió en el agua, que había estado corriendo todo el rato que
había estado al teléfono. Mientras se encontraba debajo de aquella refrescante
lluvia, comenzó a temer de las cosas que podrían estar pasando en la mente su
amigo.
Tom había pasado por
una etapa oscura hacía unos años. Había dejado de ser el que era para
convertirse en un monstruo caprichoso que no dejaba que nadie le hablara,
sumido en su propio mundo de adicciones. Tim recordaba con mucha claridad la
cantidad de veces que había ido a tocarle la puerta para intentar hacerlo
entrar en razones y Tom lo había ignorado. Sabía que los demonios de aquellas
épocas seguían atormentando a Tom, pero también sabía que había mejorado mucho
desde entonces. Deseó con toda su alma que no se tratara de aquello.
Para cuando salió de la
ducha y se vistió, ya habían pasado 20 minutos. Se apresuró a la cocina, aún
con el pelo mojado, para darle las noticias a Jayne.
-Me llamó Tom. Está viniendo.- Le dijo Tim. –Espero que no te moleste.-
-Mientras que no pretenda quedarse a cenar…-
-No, solo se quedará un rato-
Repuso secamente.
Jayne no hizo más preguntas. Sabía bien que la relación de Tim con Tom sobrepasaba
a la típica amistad entre compañeros de
banda. Habiéndose criado juntos, habían desarrollado unos lazos muy fuertes uno
con el otro. Eran prácticamente inseparables.
Tim se alejó de la
cocina y fue hacia el living, donde un gran ventanal le permitía observar qué
estaba sucediendo en la calle. Su hija lo siguió, entusiasmada.
-¿Vendrá el Tío Tom?- Preguntó, con los ojos bien abiertos.
-Solo por un rato.- Contestó Tim, subiéndosela a su regazo. –Vamos a
hablar, y luego se vuelve a su casa-
-Oh…- Dijo Lilac, y señaló hacia la calle. –¡Creo que ahí viene!-
En efecto, una Ferrari acababa de atravesar la calle a gran velocidad y
estaba estacionándose frente a su casa. Tim vio a través del ventanal como se
bajaba del auto, e inmediatamente se dio cuenta de que su amigo no se
encontraba bien. Bajó a su hija de su regazo y se dirigió hacia la puerta de
entrada. Cuando abrió la puerta, Tom se encontraba a medio camino entre la
calle y su casa.
-Vamos al estudio.- Espetó Tim. No quería que nadie más pudiera escuchar
las conversaciones privadas entre ellos.
-De acuerdo.- Accedió Tom, en un tono inusualmente apagado.
Mientras caminaban por
el sendero que los llevaba derecho al estudio, los ojos de Tim repararon en la
manera que caminaba su amigo. Llevaba sus manos escondidas en los bolsillos de
la chaqueta de cuero que llevaba puesta. Su vista no se apartaba del suelo que
pisaban sus pies, como si caminara por un campo minado y tuviera miedo de volar en pedazos en cualquier momento.
Tim se acercó a la
puerta principal del estudio y entró. Prendió las luces de la habitación y dejó
que Tom pasara primero. Caminaron entre el sinfín de instrumentos musicales y
pasaron al cuarto contiguo. Era un salón bastante espacioso, pero estaba tan
repleto de cosas que lo hacía lucir más pequeño. Había sido su lugar de estar
favorito durante el grabado de su cuarto disco de estudio. En la habitación
había unos 10 teclados que Tim había comprado por subastas en internet y no
sabía dónde meterlos. Algunos se encontraban apoyados de manera vertical junto
a unas butacas de cine de color rojo que se apostaban sobre la pared derecha. Tom
fue derecho a sentarse en una de ellas.
-Ahora sí. Dime, ¿qué demonios sucede?-
Tom lo miró alzando una ceja.
-¿Es necesario que me hables así? ¿Qué parte de “estoy mal” no
entiendes?-
-Lo siento, lo siento- Se excusó Tim, poniéndole una mano en el hombro
mientras se sentaba en una butaca a su lado -Es que me tienes preocupado… Te
escucho.-
Tom le contó con lujo de detalles todo lo sucedido desde que había
llegado a Inglaterra, la cena, la conversación del auto, la propuesta.
-¿Y no pudiste decirle que
no?- Preguntó Tim, confundido.
Tom agarró una pelota de tenis del suelo y la hizo rebotar contra la
pared.
-Fue un absurdo error.-
Omitió que no había sentido nada durante el sexo. Volvió a retomar su narrativa cuando Matt le contó
que había visto a Nat…y cómo ella no le había contado nada.
-….entonces me di cuenta de que había sido un idiota por sentirme mal
esa mañana por haberla ilusionado en vano. Total, ¿Qué mierda importaba? Si
ella me ha estado mintiendo desde que llegué al pueblo. Toda la cena hablándome
de mierdas insignificantes, sin hacer mención alguna de su encuentro con
Matthew.-
-Quizás fue sólo un malentendido…- Sugirió Tim.
-¿Hablamos por teléfono cada 12 horas y no tuvo tiempo para contarme
nada?-
Tim se quedó pensativo unos momentos, hasta que contestó:
-Creo que estás exagerando el problema. Ya han pasado por situaciones
peores antes y pudieron salir adelante.-
-Pero yo nunca le mentí desde
aquellas épocas, Tim. Yo siempre creí en su palabra. Pero ahora me he dado
cuenta de que estaba equivocado.-
-Oh vamos, no exageres- Masculló Tim. -Técnicamente no te mintió. Solo
te ocultó información.-
Tom lo fulminó con la mirada.
-¿Y ya has hablado con ella?- Inquirió Tim.
-No.- Respondió Tom con franqueza. –No podía soportarme ni a mí mismo, y
sabía que si la enfrentaba en aquel momento de rabia la iba a terminar
lastimando. Y no quería que eso sucediera.-
-¿Sabe que estás aquí?-
-Le dije que venía para tu casa a grabar unas canciones. Fue la mejor
excusa que se me ocurrió.-
-¿Y te creyó?- Preguntó Tim, frunciendo el ceño.
-¿Por qué no iba a creerme?-
-Tom…- Empezó, revoleando los ojos.- ¿Desde cuándo accedes a meterte en
el estudio cuando acabas de llegar a tu casa?-
-Ni que fuera la primera vez…-
-En otros tiempos tendría que traerte arrastrando… Generalmente
disfrutas de estar en tu hogar.-
-Tim, no todo es lo que parece. Me encantaría poder decir que mi
matrimonio va de maravillas como el tuyo, pero ¿sabes? Estoy muy lejos de ello.-
Tim se mordió el labio y apartó la vista tan pronto como Tom mencionó lo
de su matrimonio. Este último no lo pasó por alto.
-¿Dije algo malo?-
Tim lanzó una risa irónica.
-Me da gracia que lo digas. ¿A ti te parece que mi matrimonio puede ser
perfecto? ¿Con lo fiasco que soy como marido y padre? Tom, por favor…-
-¡Hey! ¿Qué
estupideces son esas?-
-Ninguna estupidez, soy realista.- dijo, poniéndose de pie. -Vivo aquí dentro, me la paso trabajando. ¿Crees que Jayne puede ser feliz conmigo?-
-Ninguna estupidez, soy realista.- dijo, poniéndose de pie. -Vivo aquí dentro, me la paso trabajando. ¿Crees que Jayne puede ser feliz conmigo?-
Tim se había
alejado de los asientos y estaba mirando por la ventana que daba a su casa.
Allí adentro comenzaban a encenderse las luces.
-¿Por qué no habría
de serlo?- preguntó Tom, confundido, desde su butaca. -Tim, toda persona que te
conoce sabe como eres. Jayne no es la excepción. Ella se casó sabiendo en donde
se metía. Música, trabajo y tú son uno solo. Vienen en el combo, ¿Por qué no
habría de entender eso?.-
Tim sonrió. Tom
debía de ser el único en el planeta que lo entendía y aceptaba tal y como era.
Incluso aunque a veces protestara o despotricara contra él. En el fondo,
siempre lo entendía.
-Tommy, Tommy-
Dijo, mirándolo a los ojos.- Estamos aquí porque eres tú el que necesita respuestas ahora. Ya hablaremos de mis problemas en otro momento.-
-Me pregunto por
qué son tan complicadas las mujeres…- Dijo Tom, suspirando.
-Me haces esa
pregunta desde que éramos dos adolescentes.- Masculló Tim, entre risas.- Y
jamás he sido capaz de respondértela.-
-Pero ahora somos
adultos… Eres más sabio, quizás ya has descubierto la respuesta.- Dijo Tom
burlonamente, volviendo a rebotar la pelota de tenis contra la pared.
-El hecho de que
sea más viejo no significa que sea más sabio.- Negó Tim, arqueando las cejas. -De
hecho, cada día que pasa entiendo menos a las mujeres.-
-También yo-
Confesó Tom, atajando la pelota en el aire y apoyándose contra el respaldo del
asiento.- No entiendo por qué complican tanto las cosas. Por qué hacen
interrogatorios estúpidos e innecesarios… Tendrías que haberla oído a Nat
anoche, ametrallándome a preguntas…-
-No hace falta.- Farfulló
Tim mirándolo de reojo a Tom, quien ahora jugaba con la pelota pasándola de una
mano a la otra. -Sufro el mismo interrogatorio frecuentemente.-
-¿Y cómo
reaccionas?-
-Encerrándome aquí.-
Respondió encogiéndose de hombros. –Justamente hoy había decidido que no
entraría en todo el día. Pero aquí estoy. Siempre es más fácil huir que
luchar.-
Sus miradas se
cruzaron.
-Mierda.- Exclamó Tom, sorprendido- No me
atrevo a imaginarme lo molesta que se pondría Nat si me encerrara cada vez que
me canso de oírla.
-¿Cuán seguido pasa
eso?-
Tom se quedó
pensativo.
-Sólo cuando se
pone densa interrogándome cual agente de FBI. O cuando insiste en que asistamos
a reuniones con su familia. O cuando se pone a dar sermones insistiéndome que
deje de fumar. O cuando…-
-Vaya…-Lo
interrumpió Tim. -No creí que fuera tan terrible…-
-Creí que era
normal en…Tú sabes, la vida de casados…-
-Tom, llevas casado
tan solo un año…- le recordó Tim.
Tom suspiró abatido
y se incorporó en la butaca para mirarlo a su amigo.
-Pues aconséjame
entonces. ¿Qué se supone que deba hacer para mantener un matrimonio estable y
libre de complicaciones?-
-No has dado con el
indicado para responderte eso. Jesse quizás pueda ayudarte. O Richard…-
Ambos se quedaron
en silencio. Al parecer, los dos estaban en un embrollo. Se sumieron en sus
propios pensamientos, hasta que fue Tom el que volvió a hablar.
-Quizás deberíamos
separarnos, Tim.- Dijo, con total naturalidad.
Su amigo lo miró
incrédulo.
-¿De qué hablas?-
-Sí, separarnos y
fugarnos a una isla remota. Tú podrás hacer música tranquilo sin que nadie te
moleste, y yo podría jugar golf o mirar partidos de cricket sin ninguna voz
chillona que me martille los oídos preguntándome por qué no paso tiempo con
ella.- Respondió Tom, sarcásticamente.
-Suena a que lo
tienes todo planeado…-Espetó Tim y le siguió el juego- ¿Y de que viviríamos, sabelotodo?-
-Pues, seguiríamos
haciendo música, claro.- Respondió, como si fuera algo obvio.
-¿Desde una isla
remota?-
-Sólo sería nuestro
refugio. Un lugar donde no haya nadie a kilómetros de distancia.-
-Ya estamos en un
lugar así: vivimos en pueblos en el medio de la nada.- le recordó Tim.
-No, pero me
refiero a algo aún más lejos- Respondió Tom, serio- Donde nadie nos reconozca.-
-¿Descartado
Sudamérica entonces?- Bromeó Tim. La alocada conversación lo estaba divirtiendo
sorpresivamente.
-Exacto… me inclino
más por una isla. Tendríamos el mar a tan solo pasos de nuestra casa. A ti te
inspira el mar.-
-¿Nuestra casa?- Tim estalló en risas.-
¿Solo para nosotros dos?-
-Ese es exactamente
el punto.-
-¿Y sin ningún otro
ser humano habitando los alrededores?-
-Ajá.-
-De acuerdo…- Dijo
Tim, no muy convencido. -Y a ver, ¿Richard y Jesse tendrían que viajar cada vez
que tengamos que ensayar con la banda?-
-Pues sí… - Respondió
Tom encogiéndose de hombros. -Y si no aceptan, quedaríamos solo tú y yo. Un
dúo. No creo que los fans se opongan demasiado.-
-Tú y tu ego, Tom Chaplin.
-Lo acusó Tim, divertido. Se le ocurrió una cosa más. -¿Y las mujeres?-
-¿Qué mujeres?
-Los hombres tenemos
nuestras necesidades, ¿sabes...?-
-Y también tenemos
dos manos, ¿sabes?-
Las risas de ambos
se fusionaron, incapaces de seguir con esa conversación disparatada. Pero lo
cierto es que no estaba demasiado alejada de los deseos profundos de ambos. Con
todos los problemas maritales por los que estaban atravesando los dos, la idea
de fugarse a una isla lejana sonaba extrañamente tentadora. Cuando las risas
finalmente cesaron, el silencio reinó en el estudio. Ambos se habían vuelto a
sumir en sus propios pensamientos y pasó un largo rato hasta que volvieron a
hablar.
-Así que… -Comenzó
a decir Tim, finalmente.- ¿Qué piensas decirle?-
-¿A quién?-
Preguntó Tom quien al parecer aún seguía pensativo.
-A Nat.-
-¿De qué? ¿De
nuestra fugada a la isla?-
Tim se tocó la
frente con una mano y rió.
-¡De lo de Matthew!-
-Oh… Eso…-Dijo Tom
largando un suspiro, como si acabara de recordarlo.- Pues no sé. Estoy enojado.
Muy enojado. Anoche soporté todo su estúpido interrogatorio de preguntas absurdas ¿Para qué? ¡Para luego descubrir que mientras yo
estaba trabajando ella se estaba reencontrando con Mathew McCannon!-
-Relájate, Tom.- Lo
calmó Tim- Es solo un viejo amigo, de seguro no lo encontró tan importante como
para contártelo apenas llegaste de viaje.-
-¿Solo un viejo
amigo?- Preguntó Tom abriendo los ojos de par en par- ¿Te olvidas lo que hubo
entre ellos en aquellos tiempos? ¿Te olvidas que abandoné la universidad porque
no soportaba verlos juntos?-
Esta vez fue Tim
quien abrió los ojos de par en par.
-Creí que la
abandonaste porque querías dedicarte de lleno a nuestra banda.-
Tom carraspeó.
Quizás había hablado de más.
-Pues sí, también.
–Masculló, rascándose el cabello- Claro que la banda fue un gran impulso que me
ayudó a decidirme a volver a Inglaterra. Pero también influyó el hecho de tener
que tolerar ver a mi amigo con la mujer que yo quería para mí.-
Tom no estaba bromeando.
Sus recuerdos de su experiencia en Escocia no eran de los más felices. Al
principio no había sido todo tan malo, se había divertido los primeros meses,
haciendo travesías y pasando buenos ratos con Nat y Mathew, pero la pesadilla
comenzó en aquella fiesta de navidad que había organizado la universidad. Nuevamente Matt había
sido más rápido y la había invitado a Nat para que fuera su pareja en la
fiesta. Tom no había tenido otra opción que invitar a Sarah, una muchacha con
la que compartía clases de Técnica y
Medios Artísticos. No había nada que tuviera en común con ella, pero era la
única mujer de toda la universidad que sabía que le diría que sí sin rodeos. No
solo porque no era lo que se podía llamar bonita, sino que además Tom
sospechaba que tenía un cierto interés por él. Aparte de mirarlo más de lo
debido durante las clases que compartían, también se encargaba de elegirlo a él
en cada trabajo en equipo que les planteaba el profesor. Sin embargo, Tom no se
quejaba de ello. Sarah era una de las estudiantes más destacadas de la clase,
así que lo único que tenía que hacer él era acompañarla a la biblioteca y
sentarse allí mientras ella se encargaba de leer libro tras libro completando
el trabajo prácticamente por sí sola.
Desde el momento en que Tom se enteró que Nat había
aceptado la invitación de Matthew, supo que había perdido toda chance con ella,
si es que aún había alguna. Y lo terminó de comprobar en la fiesta. Tom
finalmente había logrado zafarse de Sarah, quien no se despegaba de él ni por
un minuto y parecía empecinada en hacerlo bailar a pesar de que él le había
dejado bien en claro que era un pésimo bailarín. Se excusó diciendo que iría al
baño, pero lo cierto era que quería ir en busca de Nat y Matthew, a quienes
había perdido de vista hacía ya un largo rato. El corazón de Tom dio un vuelco
cuando, haciéndose paso entre la gente, los encontró en el rincón más alejado,
besuqueándose como si estuvieran unidos con pegamento. Todo lo que pudo hacer
fue alejar su mirada de la situación, y dirigirse hacia la barra, completamente
destrozado. Lo que sucedió el resto de la noche, ni él lo recordaba. Pero lo
que sí recordaba era que a partir de esa noche, todo empeoró. Nat y Matthew
comenzaron a salir formalmente, y Tom tenía que lidiar con situaciones
incómodas más seguido de lo que hubiese querido. Había tenido que aprender a
esconder su dolor cada vez que los veía besándose o caminar de la mano. Había
intentado salir con otras mujeres para olvidarse de Nat, pero no encontraba que
ninguna fuera tan especial como lo era ella. Cuando la situación se le hizo
insostenible, lo cual ocurrió tan solo 4 meses después de la fiesta de navidad,
Tom no tuvo otra opción que dejar la universidad y volverse a Inglaterra.
-¡Hey! ¿Hola?- Tom de
pronto vio la mano de Tim agitándose en frente de sus ojos.-¿Estás
escuchandome?-
-Sí, sí, discúlpame.-
-Parecía como si te hubiese
tragado un agujero negro… ¿En que te quedaste pensando?-
-Recuerdos –Respondió Tom
con su voz apagada, acomodándose en la butaca- Universitarios…-
-Oh deja de atormentarte
con eso. Pasó hace muchísimos años.-
-Pero pasó, Tim. Estuvieron
juntos.-
-Pero ella volvió a ti
tiempo después, ¿lo olvidas?- Espetó Tim, haciéndolo entrar en razones. -Y se
terminó casando contigo después de todo…-
-Sí, lo hizo…-Dijo Tom con
su mirada perdida en algún punto de la habitación.
Recordaba su
reencuentro con Nat, años después de que haber abandonado Escocia, en aquel pub
londinense donde habían dado sus primeras presentaciones como banda poco antes
de firmar con una discográfica. Recordaba cómo su corazón había dado un salto
cuando la vio sentada junto a la barra, mirándolo con su radiante sonrisa. Cómo
ella lo había recibido con un gran abrazo, sorprendida de encontrárselo allí. Y
recordaba aún con más satisfacción la felicidad que había sentido en cada
partícula de su cuerpo cuando ella le contó que lo suyo con Matt había
terminado poco después de que él dejara la universidad. Después de aquel
reencuentro, Tom decidió ser más rápido que nadie más: no iba a permitir que
nadie volviera a quitarle a esa mujer. La invitó a salir sin dudarlo ni por un
segundo. Y el resto, es historia.
-Pero…-Comenzó a decir Tom.
-¿Ahora qué?-
-Es que tendrías que
haberlo visto, Tim. Ha cambiado mucho. ¡Maneja un Ferrari, por amor de Dios!-
Tim arqueó las cejas.
-¿Y tú que tienes aparcado
ahora en la puerta de mi casa? ¿Una bicicleta? -
-Tú porque no lo has visto.-
Repuso Tom, ignorando el comentario de su amigo. -Está hecho todo un ejecutivo.
¡Y se volvió estúpidamente apuesto!-
-Pues tienes suerte
entonces. Te conseguiste una cita con él para el próximo viernes.-
Tom lo miró molesto.
-No es gracioso.-
-Tú eres el que dijo que se
ve estúpidamente apuesto. Solo falta
que te pongas a suspirar por él.-
-Justamente me preocupa que
sea Nat la que se ponga a suspirar por él.-
-Oh vamos- Lo animó Tim- Tu
no te ves tan mal.-
-¿Cómo es eso que no me veo
tan mal?-
Tim se escogió de hombros
- Podría ser peor.-
-¿A qué te refieres?
-Nat se enamoró de ti cuando estabas hecho un
desastre.-
-¡Hey!- Exclamó Tom, ofendido.
-Admítelo. Estabas gordo, pelilargo y desprolijo
–Repuso Tim haciendo caso omiso de la expresión de descontento del rostro de
Tom -Has mejorado mucho desde entonces.-
-Pero…-
-Pero nada, ya basta- Lo interrumpió Tim con voz
cansina- Suenas a una adolescente envidiosa. El hecho de que Mathew se haya
vuelto un hombre apuesto y exitoso no quiere decir que Nat vaya a acostarse con
él.-
-Mi punto es…– Insistió Tom, y Tim revoleó los ojos -…Que
si le gustaba Mathew cuando era un colorado hippie y desalineado, imagino que
se le habrá caído la mandíbula al verlo como está ahora.-
-El pasado es pasado, Tom. Ella se ha casado contigo.
No va a dejarte porque apareció un viejo ex novio.-
-Mira quien lo dice.- Repuso éste, mirándolo con los
ojos entornados -Que harías tú si hoy volviera a aparecer…-
-Ni la nombres.- Lo interrumpió Tim, de pronto
sepulcralmente serio -Eso es distinto.-
-¿Por qué lo es? También es alguien de tu pasado… Y tú
aún hoy sigues recordándola.-
-Cierra la boca- Dijo Tim, cortante, cruzándose de
brazos.
El silencio volvió a invadirlos. Tim se veía molesto,
por lo que Tom decidió que era mejor no seguir insistiendo con el tema. Pero
sorpresivamente, Tim volvió a retomarlo.
-Y es distinto…– Dijo de pronto, haciendo que Tom se
sobresaltara un poco -…Porque yo no terminé con ella. Ella me abandonó. No me
dejó opción, no me dio oportunidad de poder cerrar el capitulo. Desapareció. De
un día para otro, como si nunca hubiese pasado nada entre nosotros.-
Tom se rascó uno de sus brazos, incómodo y sin saber
bien que decir.
-Pero en el caso de Nat no fue así.- Siguió Tim- Ella
terminó con Matt, de acuerdo con lo que te ha contado. Por lo tanto para ella
sí es un capitulo cerrado. Ella decidió concluir con la relación. Sería
estúpido que quisiera volver con alguien que ella misma borró de su vida años
atrás.-
Tom asintió despacio, sin terminar de entender si su
amigo estaba hablando de Nat o de él mismo y su propia experiencia.
-Tienes razón.
-Concluyó Tom- Además, si Matt se la lleva quizás me esté haciendo un favor.-
-Oh ¡por favor!- Exclamó Tim, irónico.- Nat te llega a
abandonar y minutos después te tengo golpeando mi puerta, llorando como una
niña.-
-¿Y qué te hace pensar que acudiría a ti en primer
lugar?-
-Pues fue a mí a quien decidiste llamar porque “no sé
qué hacer con mi vida, Tim”- dijo éste, emulando la voz de su amigo.
Tom sonrió.
-Gracias, amigo.-Dijo poniendo su mano en el hombro de
Tim y poniéndose finalmente de pie.-Ahora será mejor que me vaya. Jayne te
estará esperando con la cena.-
-¿No quieres quedarte a cenar?- Preguntó Tim. Sabía
que a Jayne no le haría mucha gracia la idea, pero lo cierto era que a él
tampoco le hacía gracia tener que pasar otro momento a solas con ella.
-Suena tentador- Respondió Tom, poniéndose su chaqueta. -Pero
quiero hablar con Nat cuanto antes.-
-Entiendo- Tim se puso de pie para acompañar a su
amigo hasta la puerta.
-Y si las cosas van mal, ya sabes: te vienes conmigo a
la isla remota ¿de acuerdo?
Tim rió. Lo que deseaba volar a una isla lejana en
aquel momento….
-Ve preparando el equipaje.- Dijo, abriendo la puerta
de su estudio- A como van las cosas no me extrañaría que tengamos que volar
cualquier día de estos.-
Ambos rieron y se dieron un abrazo de despedida. Tim
observó a Tom mientras se subía a su Ferrari, y cómo desaparecía al final de la
calle. De pronto volvió a sentirse sólo y desamparado. Deseaba poder desaparecer
de allí, y aparecer en aquella isla de la que Tom le había hablado. Pero su
realidad era otra, y tenía que volver a entrar a su hogar a enfrentarla.
Increible !! ya quiero el siguiente cap. Besos chicas :D
ResponderEliminarAaaaaaaaaah!! Me encanta! La relación Tom/Tim es justocomo me la imagino. Y el "flirting" medio en broma/inocente me encantó!
ResponderEliminarVolverá Nat con Matt? Entonces por qué le dijo a Tom que quería tener un bebé? Hmm....
Quiero leer ya el próximo!
Uve