27/7/12

The Starting Line- Capítulo 1


              Los últimos rayos de sol de aquella tarde de verano se colaban a través del gran ventanal que daba al maravilloso y bien cuidado parque trasero. El clima estaba siendo extrañamente generoso en aquel pequeño pueblo localizado en East Sussex, al sur de Inglaterra. Hacía solo unos días que el sol había dejado de esconderse detrás de las usuales nubes que parecían ya ser inamovibles del cielo inglés. Claro que eso Tim no lo sabía. Había arribado a su pueblo hacía tan solo unas 10 horas y se había pasado las últimas dos encerrado en su estudio. O, como solía llamarlo secretamente él, su refugio. Allí nadie podía molestarlo, ni llenarlo de reproches o preguntas que siempre llegaban al mismo lugar. Pero irónicamente cuanto más tiempo pasaba allí adentro, más reproches le correspondían. 
          Tim largó un sonoro bufido y estiró los brazos para descontracturarse. Mientras hacía sonar sus dedos, miró las relucientes teclas del piano que tenía frente a él, pero no las tocó. Echó un vistazo general al lugar desde su taburete. Miró sus instrumentos, y reparó en la absurda cantidad de pianos y guitarras que colmaban la habitación. Todo estaba en perfecto orden, a excepción de aquellos innumerables cables que recorrían el piso como si fueran molestas raíces de árboles abrazando el suelo. ‘Tendré que hacer algo con eso…’ pensó, por quincuagésima vez desde que había amueblado su estudio. Todo estaba intacto, tal cual como él lo había dejado 2 semanas atrás, antes de tener que viajar –una vez más- a recorrer unos cuantos países para dar algunos shows con su banda. 
               Sus profundos ojos azules se enfocaron sobre el gigantesco ventanal de vidrio que tenía enfrente. Esbozó una sonrisa al ver del otro lado a su pequeña niña, quien se columpiaba alegremente en una de las hamacas que él mismo había colocado en el parque un par de años atrás. Tim se puso de pie y se acercó hacia la ventana. Vio que su hija movía sus labios exageradamente. De inmediato se dio cuenta de que estaba cantando. Quiso saber qué era lo que cantaba, pero no podía oírla: tanto las paredes como las ventanas del estudio eran acústicas. Se percató de que Lilac tenía la vista fija en el ventanal pero no podía verlo, ya que los vidrios eran polarizados.
               La sonrisa de Tim se borró. Solo se quedaría en su hogar por 3 semanas. Luego de eso tendría que volver a subir a un avión para volver a viajar por el mundo por quien-sabe-cuanto tiempo y él estaba allí. Encerrado. Escondido. Cuando se suponía que debía estar allí afuera, columpiando a su hija, haciéndola reír y disfrutando su tiempo con ella. Básicamente, cumpliendo con su rol de padre, lo cual le era imposible el 80 % del año. Se quedó contemplando a Lilac por un largo rato. Mirándole su sonrisa, la cual era muy parecida a la suya. Pensando en que probablemente el motivo por el cual ella estuviera así de contenta era porque él había llegado a casa. Que a su hija no le importaba que él se encerrara allí, porque al menos sabía que lo tenía bajo su mismo techo, y no era solo una imagen en la pantalla de una computadora, como lo era el resto del tiempo.
              La realidad, bastante triste por cierto, era que su hija se había acostumbrado a que su padre se pasara gran parte del día –y muchas veces de la noche- dentro de ese estudio. Había sido así desde incluso antes de que ella naciera, así que prácticamente había crecido con esa ausencia. La niña se conformaba con el simple hecho de que fuera su padre el que la acostara en la cama, la arropara, y le cantara hasta dormirse. Ese era un momento que no solo Lilac, sino él mismo también disfrutaba. Amaba la forma en que Lilac lo miraba con esos brillantes ojos azul cielo desde su camita, apreciándolo, admirándolo. 
           No le cabían dudas de que estaba orgullosa de él, pero al mismo tiempo sabía que distaba demasiado de ser un padre ejemplar. Que no cumplía ni con la mitad de los requisitos para serlo. Trataba de llenar esos vacíos y falencias mediante regalos. Cada vez que llegaba a casa, venía con una valija extra llena de juguetes, ropa, libros y lo que sea que pensara que a su hija podría agradarle y dibujarle una sonrisa en el rostro. Pero en el fondo, sabía que la sonrisa más grande y sincera se la generaba su presencia, no lo material. Si bien era cierto que después de todo, si tenía que estar lejos de casa tanto tiempo era por motivos de trabajo (y que si no lo hacía ninguno en esa familia iba a poder mantener el privilegiado estilo de vida que llevaban) también era cierto que muchas veces estaba ausente por elección propia. Como en ese momento. No estaba trabajando, ni siquiera componiendo canciones. Estaba escapando. Pero no de Lilac, quien seguía columpiándose alegremente en el parque, ni tampoco de Emily, su otra preciosa hija de tan solo 8 meses que de seguro estaba durmiendo su siesta a esa hora. Lo cierto es que no sabía de qué se escapaba, o mejor dicho, no quería pensarlo tampoco. Era conciente de que había algo que no estaba bien. Hacía ya un tiempo que no se sentía tan a gusto en su hogar como antes. Pero ¿por qué? Tenía que haber alguna razón por la cual últimamente prefería estar en cualquier lado menos allí. El día anterior había despertado en su hotel en Letonia y había sentido un gusto amargo al recordar que al otro día tendría que volver a su casa. Por más de que se negaba a admitirlo, todas las razones posibles que se le venían a la cabeza tenían que ver con una sola persona: Su esposa. No había nada malo con Jayne, era una gran mujer. Pero entonces ¿por qué demonios se le hacía tan difícil llevarse bien con ella? Quizás influía el hecho de que llevaban casados más de 6 años. Era lógico pasar por una crisis en determinado momento del matrimonio, pensó Tim. Pero lo que le asustaba era que haya llegado tan pronto. 
  Por otro lado, no eran una pareja como cualquier otra. De por sí el trabajo de Tim era motivo para crisis, sin importar la cantidad de años que llevaban juntos. Y eso él lo entendía. Entendía que no debía ser fácil para Jayne tenerlo lejos tanto tiempo, no poder contar con su apoyo todas las veces que lo necesitaba. Haciendo memoria llegó a la conclusión de que la verdadera crisis se desencadenó cuando se enteraron de que estaban esperando un nuevo hijo. Tim recordaba con claridad aquella noche en que su esposa le había dado la noticia. Había llegado a su casa para la hora de la cena y no pudo evitar notar la expresión de preocupación que había tenido Jayne mientras cenaban. Le había preguntado unas cuantas veces si todo estaba bien, pero no fue hasta que llevó a Lilac a la cama que se decidió a contarle qué le ocurría. Se habían sentado en el sillón del living, y Jayne dio varias vueltas hasta finalmente decirle que estaba embarazada, otra vez. Apenas terminó su oración ella había roto en llanto. Tim no entendía por qué se veía tan consternada. Por un momento sintió como si fueran dos adolescentes que habían cometido un error y se las tendrían que ver con sus padres. 
-Jayne… cariño, cálmate. ¿Por qué lloras?- Le había preguntado Tim, tratando de verla a la cara, ya que ella se la había cubierto con sus dos manos.
-¿Es que no lo entiendes, Tim? No me esperaba esto, no ahora… No es momento de tener un bebé. – Contestó Jayne, secándose las lágrimas de los ojos, bruscamente. Se veía desesperada.
-Bueno, no lo hemos planeado. Pero son cosas que pasan. Un bebé nunca es una mala noticia.- Dijo en un intento de calmarla un poco.
-Pues claro que para ti no es una mala noticia. Nunca nada de lo que ocurre en esta casa te afecta. Nunca estás aquí de todos modos- Respondió Jayne, cobrando un tono de enfado, pero sin poder dejar de llorar.
-¿Por qué me hablas así? ¿Cómo no me va a afectar lo que te pase a ti? – Tim llevó su mano hacia el cabello de Jayne, para apartárselo del rostro, pero ella lo alejó. Sí que se veía molesta…- Hey, cariño… ¿qué sucede?-
-¿Que qué sucede? Tim, no quiero pasar otro embarazo sola, otro post-parto sola. Criar a otro hijo sola. Estoy casada, se supone que tengo que tener un marido al lado que me acompañe en esos momentos.-
-¡No estarás sola! Estaré yo contigo. – Tim se acomodó en el sillón- Escúchame, ¿de cuánto estarás? 4... 5 semanas? Yo no saldré de gira hasta fines de este año, podré acompañarte durante todo el embarazo.-
 Jayne lanzó una carcajada amarga y sarcástica.
-¿Acompañándome? ¿Cómo, desde adentro de tu estudio? ¿Con todos tus amigos merodeando por la casa hasta que terminen su maldito disco?-
De acuerdo, entendía que las hormonas estuvieran hablando por ella, pero ya estaba yendo demasiado lejos. ¿Se olvidaba que ‘ese maldito disco’ era lo que le daría de comer por los próximos años? Claro que no se lo diría, pues supondría aún más discusión. Y lo que menos necesitaba Jayne en ese momento era eso. Pero Tim sabía cómo terminaban siempre que el tema ‘trabajo’ se intrometía en las discusiones. Era algo insoportablemente inevitable.
-Es mi trabajo, Jayne, y lo sabes.-
-Estoy cansada de escuchar eso. Siempre pones a tu trabajo encima de todo, incluso de tu familia.-
-Eso no es cierto. ¡Trabajo para ustedes! Para que a ti y a Lilac no les falte nada, para…-
-Trabajas porque para eso vives- Lo interrumpió Jayne- Trabajas porque amas lo que haces, porque no podrías hacer otra cosa que no sea componer y componer y componer.-
-¡Pues discúlpame por haber tenido la suerte de poder ganar dinero haciendo lo que amo!-
-No se trata de eso, Tim. Se trata de que eres un enfermo del trabajo. Y te olvidas que tienes una familia. No sabes separar las cosas.-
-¿Y qué se supone que tenga que hacer? ¿Abandonar la música y meterme a trabajar en una oficina para tener un horario normal como cualquier otro padre de familia? Dudo que en este momento de nuestras vidas estés dispuesta a bajar la calidad de vida que estamos llevando.-
-¿A quién le importa el dinero, Tim? ¿De verdad me crees tan frívola? ¿Tantos años juntos y aún no me conoces?-
-No digo que seas frívola. Pero estamos bien así, en la casa que hemos soñado siempre, con las comodidades que…-
-La casa que tú soñaste siempre- Lo corrigió Jayne sin dejar que Tim terminara su frase- Una que tenga el suficiente espacio para armar tu estudio. El cual construiste y arreglaste incluso antes de reformar la habitación de tu propia hija, o el lugar donde cocino para que Lilac y tú puedan comer.-
Tim suspiró y revoleó los ojos. Había perdido la cuenta de las veces que su mujer le había echado en cara aquello. Y tenía la certeza de que se lo reprocharía numerosas veces más en próximas discusiones. 
-Pues te lo volveré a repetir, ese estudio es justamente lo que nos da de comer. A mi hija, a ti y a mí. No arreglé una habitación para construirme un gimnasio. Construí un lugar que es una fuente de trabajo. ¿Cuándo lo entenderás?-
-El día que tú aprendas a dividirte equitativamente entre el trabajo y tu familia.-
-¡De acuerdo!- Exclamó Tim saliéndose de sus casillas.-Veo que nunca me dejarás en paz con este tema. ¿Qué es lo que quieres, Jayne? ¿Qué deje la música? ¿Eso es lo que realmente quieres?-
-Me conoces muy poco si me crees capaz de pedirte algo así- Respondió Jayne en un tono más dolido que enojado- Lo único que te pido es que te sepas dividir un poco. Míralo a Tom… O a Richard, o incluso Jesse. Ellos sí pasan tiempo con sus mujeres en cuanto pueden. Y cuando tienen un tiempo libre hasta se van de vacaciones. No puedo recordar la última vez que nosotros nos fuimos de vacaciones…-
-En primer lugar, te estás olvidando que viajamos por todo America hace tan solo unos meses atrás...-
-Ya va a hacer un año de eso, Tim.-
-...Y en segundo lugar- Dijo él, ignorando el comentario de Jayne- Es muy fácil para ellos. Tan pronto termina el tour, también acaban sus obligaciones. Pueden relajarse hasta el día en que por fin abran sus malditos mails y decidan que los demos que les envié son suficientemente buenos como para empezar a grabarlos. Soy yo el que hace todo el trabajo. No puedes olvidarte de eso, Jayne.-
-Tampoco me olvido que si todo el trabajo recae en ti es porque así lo quieres.- 
-No entiendes nada- Dijo Tim sacudiendo la cabeza.
-Lo que tú no entiendes es que te autoexijes demasiado.-
-Si no lo hiciera la banda no hubiese llegado a donde está.- El semblante de Tim estaba tenso. Su tono de voz se había vuelto frío y cortante, como ocurría cada vez que le colmaban la paciencia. Ya no estaba inclinado hacia su mujer para contenerla. Estaba erguido en su lugar del sillón, con uno de sus brazos sosteniendo al otro mientras se frotaba la frente con brusquedad. Ya no tenía más ganas de discutir. En cualquier otra ocasión ya se habría puesto de pie y marchado a encerrarse en su estudio, probablemente para pasar la noche allí, refugiándose en la música, componiendo hasta que su cerebro comenzara a echar humo. Con la furia y la indignación que sentía en ese momento estaba seguro que sería capaz de escribir suficientes canciones como para poder completar el disco en el cual había estado trabajando desde hacía meses.  Pero sabía que no era momento. Su mujer le acababa de decir que estaba embarazada. Se suponía que tenía que apoyarla, contenerla, y abrazarla festejando la buena noticia. Pero lo cierto era que, por más que jamás lo admitiría, Jayne en un punto tenía razón. Aquel no era un buen momento de tener otro hijo. Tim estaba sobrecargado de trabajo: durante todo ese año tenía que apresurarse en terminar el disco y luego prepararse para salir de gira. Sabía que no podría acompañar a su mujer de la manera en que ella esperaba que lo hiciera. Pero aún le quedaban unos cuantos meses para estar en su casa, por lo menos para estar durante el embarazo. Eso era lo máximo que él podía ofrecerle, y por más que quisiera darle más no podía. Su trabajo era su vida, y de verdad todo dependía de él. Tenía más responsabilidades que cualquiera de los otros tres miembros de su banda. Y no se quejaba, disfrutaba su trabajo más que a nada en el mundo– y vaya si su esposa lo sabía… 
Tim volteó para mirar a Jayne pero no la encontró allí. Había estado tan sumido en sus pensamientos que ni se percató cuando ella abandonó el sillón. Se puso de pie instintivamente y fue a buscarla. No sentía ganas de hablarle, o contenerla, ni tampoco tenía nada bonito para decirle. Pero solo hizo lo que tenía que hacer. La encontró en la cocina, y su estomago se  encogió al verla. Jayne estaba apoyada contra la mesada, con su rostro escondido entre sus brazos, llorando desconsoladamente. No soportaba verla llorar. Por más enojado que estuviera verla así lo desesperaba. 
-Cariño…- Dijo Tim suavemente, acercándose hacia ella. Le colocó una mano en el hombro y comenzó a acariciarla con suavidad.- Todo estará bien, ya verás… Hemos pasado por esto antes, y pudimos hacerlo. No será distinto esta vez.-
Jayne alzo su cabeza y lo miró. 
–Ese es el problema. Ya he pasado por esto con Lilac, Tim. No tienes la menor idea lo que es pasar el embarazo sola, tener que ser yo la que siempre se levante cuando el bebe llora durante los primeros 5 o 6 meses porque mi marido no está conmigo por las noches. – La voz de Jayne se quebró, y se volvió a cubrir el rostro con sus manos. Se quedaron unos momentos en silencio hasta que volvió a hablar.- No se por cuánto tiempo más voy a soportar esto.-
-¿A qué te refieres?- Preguntó Tim, sintiendo que todo le daba vueltas.
-A esto. Ni siquiera se siente como un matrimonio. Nunca estás. Y cuando tienes la posibilidad de pasar tiempo con nosotras, siempre te la rebuscas para estar ocupado. Ya sea formando una nueva banda para seguir haciendo música, o trabajar para otros artistas o… lo que sea que te sirva de excusa para alejarte de casa.-
-Jayne no digas estupideces. Adoro pasar tiempo contigo y con la pequeña. Ustedes son mi motor.-
-Pues demuéstralo. Porque me estoy cansando de tener que competir contra tu obsesión por la música. Te casaste conmigo, no con un piano.-
-No tienes  que competir con nadie. – Dijo Tim suspirando. Esa discusión parecía no tener fin.- Ya basta, ¿quieres? Las cosas se irán aclarando, y estaremos bien.-
-Tim no entiendes. – Jayne se secó las lágrimas bruscamente y largó un largo suspiro.- Me siento horriblemente sola. Y no te estoy amenazando, solo te informo que tengo un límite y creo que lo estoy alcanzando.-
Se volteó para salir de la cocina, pero Tim la tomó del brazo. 
-Escúchame…-Tomó aire como si lo que estaba a punto de decir fuera dolorosamente difícil- Pospondré el lanzamiento del disco, de acuerdo?-
Jayne negó con la cabeza y sonrió amargadamente.
- No necesito que hagas eso.-
-Acabas de decir que me necesitas contigo. Eso es lo que haré.-
-Esperaba que saliera de ti naturalmente, no que tuvieras que verme destrozada para que finalmente te decidas a favor del bien de tu familia.-
-Demonios, ¿es que nada de lo que haga vale? Lo estoy haciendo por ti, maldita sea.-
-Haz lo que sientas.-
        Segundos después Jayne se marchaba de la cocina, dejándolo a Tim solo allí, maldiciéndose por dentro y arrepintiéndose de haberle hecho esa propuesta a Jayne. Había creído que eso le pondría punto final a la discusión, que ella se sentiría agradecida con él. Pero en cambio recibió más reproches, más desconformidades. Ese era el problema con su esposa. Nunca se sentía conforme con nada. Hiciese lo que hiciese Tim, ella siempre tenía una queja. Y ahora tendría que cumplir con lo que había prometido. Tenía que posponer el lanzamiento del disco. Sabía que a sus amigos de banda no les importaría eso, ya que implicaba que tendrían más tiempo para disfrutar en vacaciones. En cuanto a la discográfica, tenían suerte de tratar con una que no solía generar presión sobre ellos. Pero al que sí lo perturbaba el retraso era a él mismo. Estaba realmente ansioso por grabar las canciones que había compuesto y de seguir escribiendo las que habían estado rondando por su cabeza por semanas pero que aún no había podido completar. Indignado, y tal como había predicho que pasaría, Tim terminó encerrado en su estudio. Tan pronto como se sentó en su piano, todo fluyó como hacía tiempo no pasaba. Sus dedos se escurrieron solos por entre las teclas y los sonidos comenzaron a tomar forma…


Tim no estaba muy seguro de cuánto tiempo hacía ya que se encontraba dentro del estudio. No se había percatado de que hacía media hora que se encontraba parado frente al ventanal, admirando su propio reflejo mientras su mente recordaba aquella nefasta discusión de hacía 17 meses atrás. Cuando por fin volvió en sí, descubrió que no había rastro de su hija en el jardín, y que aquella hamaca donde antes se había estado columpiando se encontraba tiesa, tendida a unos pocos centímetros del suelo. Se dio cuenta también de que había empezado a oscurecer, pues ya no podía distinguir con claridad el contorno de los árboles que rodeaban el patio. De repente, se sintió muy, muy estúpido
Quedarse divagando en recuerdos del pasado era una de las cosas que más a menudo solía pasarle a Tim. Era algo que por más que quisiera no podía controlar. A veces, un pensamiento podía crecer en él y oscurecerle la vista de todo lo demás. Metafóricamente hablando, por supuesto. Sin embargo en aquel momento Tim realmente se sintió cegado. Había girado en sí para encontrarse en aquella habitación extrañamente oscura y desconocida. Teniendo en cuenta la cantidad de cosas que poseía allí adentro, lo más probable era que terminara dándose contra alguno de los teclados Roland o guitarras Fender. Maldijo por lo bajo mientras prosiguió, a ciegas, en dirección hacia donde se encontraba la salida. No sin cierta cautela, apoyó su mano sobre la pared del ala derecha del estudio y tanteó hasta encontrar el interruptor. Una polilla salió volando de algún rincón. Caminó con tranquilidad hacia la puerta que conducía al jardín y salió hacia la noche. Había empezado a refrescar, pero el viento no era lo suficientemente frío para helarle la piel. Levantó la vista y descubrió que no había ni una nube en el cielo. Se sentía como una maravillosa noche de verano.
Un pequeño sendero de piedras bordeaba los pocos metros que separaban al estudio de la casa principal. Esto era porque, antes de comprar la casa, el estudio en originalmente era un garaje donde el  anterior dueño guardaba sus autos de colección. Nunca se lo había confesado a su mujer, pero lo cierto era que a Tim lo que primero le había atraído de la casa era aquel garaje. Desde que lo había visto no había dejado de pensar en la idea de convertirlo en su propio estudio privado. Tenerlo cerca de su casa era lo más parecido al paraíso para Tim. Un paraíso que bautizó Sea Fog
Tim se apresuró para entrar en la casa. Apenas abrió la puerta fue recibido por el agradable aroma a comida, proveniente de la cocina. Se quitó el saco y lo colgó sobre el perchero situado a la derecha de la puerta principal. Al hacerlo vio en el reflejo del espejo la silueta de su esposa, quien se encontraba en la cocina, dándole la espalda, revolviendo algo en una cacerola. Escuchó un gemido y supuso que Emily también se encontraría allí. No tenía muchas ganas de toparse con su mujer en aquel momento, por lo que decidió que lo mejor sería atravesar la puerta hacia el living. Para su sorpresa, se encontró con la imagen de su hija mayor sentada en el piso, revolviendo unas piezas. 
-Cariño- la saludó su padre. -¿Qué estás haciendo?-
Como toda respuesta Lilac alzó sus ojos azules y lo miró un segundo. Luego estiró su brazo y recogió una de las piezas más alejadas. Con su pequeña manito la dirigió hacia la otra esquina, y acomodándola, la hizo entrar. Estaba armando un rompecabezas.
          Tim se acercó a donde se encontraba su hija y se sentó en el suelo, junto a ella. Tenía el cabello largo, ondeado y color castaño claro, totalmente opuesto al castaño oscuro de su padre. 
-¿Necesitas ayuda?-
Lilac dudó un segundo. Luego, tomó otra pieza. 
-Me parece que esa iría bien ahí…- señaló Tim. Con una mano la acompañó hasta que la pieza entró en su sitio. La niña sonrió entusiasmada, pero inmediatamente volvió a llevar toda su atención hacia el rompecabezas. Tim tomó la caja que tenía el dibujo final y la observó. Era una imagen de unos 4 osos bastante adorables y de distintos colores que estaban en un bosque. Un arco iris cruzaba por encima de sus cabezas. Volvió a colocar la caja al lado de su hija, para que ella pudiera guiarse, y vio cómo ésta entornaba los ojos tratando de decidir cuál pieza debería elegir a continuación. Tuvo ganas de ayudarla, pero no lo hizo. Lilac se quedó mirando durante unos segundos las piezas que estaban desparramadas en el suelo y se estiró para alcanzar una de ellas. La llevó hacia donde creía debía colocarla y miró de reojo a su padre, buscando su aprobación. Tim simplemente sonrió y asintió, haciéndole entender que esa era la que necesitaba. La pequeña sonrió satisfecha de sí misma.
-Es súper fácil- Dijo con aquella vocecilla ultra aguda que tanto enternecía a Tim.
-¿Lo es? – Preguntó él, sin borrar su sonrisa. Llevó su mano hacia el cabello de su hija y se lo acomodó detrás de sus orejitas de manera que no le estorbara. - ¿Quién te regaló este rompecabezas tan bonito?-
-El tío Tom, ¿no lo recuerdas?- Respondió la pequeña, ahora llevando toda su atención a su padre.- Para cuando cumplí los cuatro.-
Lilac alzó su manito y levantó cuatro dedos. La sonrisa de Tim se acentuó.
-¿Cuál de los tíos Tom? ¿Mi hermano o el otro? 
-¡Chaplin! – Exclamó Lilac como si fuera algo obvio- Me regaló este rompecabezas y también la muñeca Macca.-
-¿Macca? – Preguntó Tim frunciendo el ceño. ¿Qué clase de nombre era aquél para una muñeca?
-Es el nombre que eligió Tom para mi muñeca- Respondió la niña encogiéndose de hombros. Tim sonrió sacudiendo la cabeza.- Pero igual a ella nunca la invito a mis reuniones de té.-
-¿Por qué no?-
-Es muy fea, papi.-
-¿Fea? – Dijo Tim sin poder contener la risa.- Aún así no está bien que no la invites a tus reuniones sólo por ser fea. La pobre no tiene la culpa de no ser tan bonita como tú.-
-Pero su cabello está horrible. Y tiene cara de mala. – Lilac estaba tan entusiasmada con la charla que había olvidado por completo el rompecabezas. – La escondí en el fondo del baúl de mis juguetes.-
Tim rió animadamente. Esa niña era increíble. 
-Pero no le digas al tío Tom que no me gusta Macca. No quiero que se ponga triste.-
-Oh claro que no le diré- Respondió Tim siguiéndole el juego.- Nadie quiere que Tom se ponga triste, verdad?-
-¡No!- Exclamó Lilac. Tomó aire bruscamente y abrió sus ojitos de par en par como si acabara de recordar algo.- ¿Sabes? Mi amiga Sophie dijo que quería que Tom fuera su novio.-
Lilac frunció el ceño como si esa idea la enfadara.
-¿En serio? – Preguntó Tim alzando las cejas y conteniendo la risa- Pero Sophie es muy pequeña para estar con Tom.-
-¡Lo sé! Pero ella dice que cuando sea grande se va a casar con él.-
-¿Y tú que le dijiste?-
-¡Que no! Que Tom está enamorado de la tía Nat.-
       Tim no pudo evitar que la sonrisa se le borrara del rostro. Natalie era la esposa de Tom, acababan de cumplir el año de casados. 
-Sí.- dijo Tim, sin mirarla. –…Así es.-
Se quedó helado, sin comprender muy bien por qué lo afectaba tanto lo que había dicho su hija.
-¡A comer!- gritó Jayne, desde la cocina. 
Lilac se puso de pie de un salto y corrió en dirección a la cocina.
-Vamos Papi, ¡a comer!-
-En seguida voy- dijo Tim, sin mover un músculo. 
Se quedó allí con la vista fija en algún punto de la pared que tenía enfrente. Miraba, pero no veía nada. En su cabeza resonaron las últimas palabras que le había dicho Lilac. Y no pudo evitar preguntarse que estaría haciendo Tom en ese preciso momento… Probablemente teniendo una velada romántica en algún restaurante lujoso con su mujer, celebrando su llegada a casa. ‘Lo que, se supone, tendría que estar haciendo yo’ pensó Tim, y se levantó, indignado, para ir a reunirse con su familia.
Pero lo que no sabía él era que la situación de Tom no distaba tanto de la suya.

Bienvenidos a Sea Fog Stories


¡Hola!
En este Blog encontrarán fan-fictions de Keane escritos por Strangers para Strangers.
Con el tiempo iremos agregando capítulos, por lo pronto decidimos que las fechas de lanzamiento de los mismos serían los días Sábados, para que se mantengan al tanto.
Para compartirnos sus opiniones sobre cada capítulo no duden hacerlo en los comentarios de cada entrada, ¡serán muy bienvenidos! Si tienen alguna sugerencia en cuanto a próximas fics nos pueden contactar en tomothycro@gmail.com.
¡Esperamos que disfruten de leerlas tanto como nosotras disfrutamos escribirlas!

Lali & Babis